sábado, 18 de agosto de 2012

Las cosas que hacen ruido sin caer


Juegos de letras para un ensayo sobre un libro peculiar, un libro que trata de los mismos temas de siempre: amor, desamor, amistades dentro de un contexto interesante. La novela escrita por Juan Gabriel Vásquez nos lleva a la Colombia de 1996, el país hermano donde la lucha de las autoridades con el narcotráfico ha dejado a innumerables familias en pedazos y descubierto nuevos modos de obrar del crimen organizado.
A manera fácil para entender la trama, se trata de la historia de un profesor universitario que se vio involucrado en un atentado cometido por sicarios para asesinar a un piloto que estuvo involucrado años antes en el lucrativo negocio de la droga. También se narra todos los intentos para esclarecer el pasado de este hombre, llamado Ricardo Laverde, y al cual nuestro profesor universitario Antonio no conocía del todo.
El narcotráfico es, como dije en líneas anteriores, un negocio en el cual se ganan sumas ingentes de dólares solo por procesar, transportar o mantener cultivos de coca o marihuana (plantas con propiedades alucinógenas utilizadas para la creación de drogas con el mismo nombre). En los inicios de esta práctica no se tenían tantos riesgos como sucede actualmente, no se hablaba de cárcel o extradición, sólo se hablaba de las sumas de dinero que podías conseguir.
Así le pasó a Ricardo Laverde, sucesor de una familia de estirpe en la Aviación Colombiana pero que quedó en la ruina antes de su nacimiento, viviendo en un pueblo del interior colombiano con una chica miembro de los Cuerpos de Paz y que como forma de obtener dinero fácil y haciendo lo que le gustaba (volar aviones de cualquier tipo) se metió de lleno al narcotráfico transportando a otros países el producto terminado.
Pero esto no es una realidad única y particular, es una realidad por la que pasaron y pasan numerosas familias en Colombia, el no tener como mantener a esposa e hijos y verte involucrado en el dinero fácil, el dinero que manejan los narcos y que todavía sigue moviendo millones personas en el mundo: el dinero de la droga.
Aunque está la otra cara de la moneda, ser desmovilizado de tu hogar por los grupos paramilitares ligados al tráfico de estupefacientes y secuestrado y utilizado como narco mula, poniendo tu vida en riesgo con cada gramo de droga que llevas dentro para pasar los controles del Ejército.
Este libro es un buen reflejo de esos años convulsos que todavía no terminan, de cómo afectó a esa generación en particular  y tocan un personaje mítico en ese país, el jefe del Cartel de Medellín Pablo Escobar Gaviria. Un individuo con distintas facetas, pues si bien estuvo involucrado de manera intelectual o participante en las muertes de más de 10 mil personas también realizó muchas obras de caridad para ganarse el cariño y el apoyo de la gente pobre.
Una contradicción fue que asistieran miles de personas para acompañarlo a la tumba, luego de ser abatido por el DIJIN mientras escapaba de ser recapturado y enviado a la cárcel. Son cosas que hacen ruido pero que no termina de caer en la mente del colectivo como algo discordante, algo que no puede ser. ¿Por qué acompañar al sepulcro a una persona que envió sin fórmula de juicio a muchos siendo inocentes? El hecho de ser caritativo sabiendo que ese dinero viene de negocios turbios no es una respuesta válida, al menos no para mí.
 En una investigación realizada por Ricardo Rocha titulada "Las Nuevas Dimensiones del Narcotráfico en Colombia" expone y explica ciertos aspectos interesantes sobre la lucha contra las drogas, en uno de ellos explica que la lucha contra los carteles exportadores emplazó el fortalecimiento institucional y de más capacidades para enfrentar el crimen organizado.  El narcotráfico como trasfondo del conflicto armado llevó a insertar la política antidroga dentro de la estrategia de desarrollo, invocando la corresponsabilidad internacional.
Para este tipo de situaciones nació la DEA, que colabora estrechamente en distintos países en la lucha contra el narcotráfico y contra quien Ricardo Laverde así como muchos otros se tuvo que enfrentar en juicio y cumplir sus sentencias en territorio americano o colombiano.
Pero no solo son el profesor Antonio o Ricardo quienes conforman esta trama, también están las esposas o hijos, las familias que vieron como a consecuencia del narcotráfico su dinámica cambió y se hizo diferente. Como dice Maya, la hija de Ricardo Laverde, no era la única a la que le mataron al padre para evitar la vergüenza de tener un narco encarcelado en la familia. Es mejor desaparecerlos a seguir con ese estigma, esa mancha que ni todo el dinero del mundo puede cambiar.
Pero son formas de evitar el dolor en una sociedad que no ha dejado de llorar sus tragedias un instante, cada mes es un recordatorio del pasado, un pasado negro que todavía sigue acechando y que como le ocurre al profesor Antonio al principio de la novela, puede ser recordado con una canción o un artículo de periódico.

El arte de leer


Encontrarse con las palabras es algo difícil y atemorizante. No importa con quien sea, pero ese primer momento es algo único que despierta las mayores alegrías o te hace quedar sumido en una profunda tristeza. Mi primera vez con las letras no se remonta a la época del colegio cuando te enseñan las vocales paso a paso y en ejercicio automático; se remonta a mi primera novela, mi primer libro de verdad.
Como muchos de esta generación, aprendí a leer con Harry Potter. No me da pena decirlo, porque sin saberlo J.K Rowling despertó en mí una pasión que sólo cesará con la muerte. Si lees un libro tienes que seguir con los demás; automáticamente te creas un compromiso que puede romperse si la voluntad del lector es débil. Leer es para valientes así como lo es escribir, porque tienes que estar dispuesto a aceptar ideologías y posiciones contrarias a la tuya.
Así una persona se convierte en ciudadano del mundo, leyendo, pues una novela puede mostrarte lo bella que es París de noche, lo melancólico de La Toscana italiana o lo sombrío de los amaneceres en Transilvania. Sólo en los libros puedes encontrar amores inolvidables, proezas épicas que trascienden siglos o crímenes atroces que únicamente pueden llevar a cabo mentes retorcidas.
Pero regresando a nuestras latitudes y concretamente a mi caso, luego de leer al joven mago con el que crecí a la par, me dedique a otras lecturas un poco más maduras y que fueron cambiando y abriendo mi mente; debo admitir que di muchos saltos y quizás no quemé las etapas como debía, porque sí, para leer es necesario quemar etapas. No es muy cómodo dar el salto de García Márquez a Dostoievski y mucho menos de este a Saint-Exúpery; diferencias abismales que marcan tu forma de ser y por eso odie El Principito desde el principio hasta el fin.
Pero en mi biblioteca mental también están otros nombres, nombres venezolanos que pueden ser olvidados por el tiempo y la falta de memoria del venezolano. Pocaterra y Massiani son ejemplos vivos de ello, estos autores no tienen nada que envidiarle a cualquier otro latinoamericano pero aún así, de los que me leen pocos tendrán idea de a quien me refiero y mucho menos que escribieron.
Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran, esta frase es de André Gide y me parece oportuna para describir una situación que nos afecta a todos: la falta de lectura. ¿Qué podemos ser si nuestra vida no se ha nutrido con las letras y experiencias ficticias o no de otra persona? Podremos igualarnos con un cascarón vacío, con alguien que no tiene nada que ofrecer y deja mucho que desear. Alguien que no se enriquece a sí mismo, que no cultiva su alma y por lo tanto, la estela que deja a su paso no tiene ningún perfume.
Leer implica muchos esfuerzos y muchas gratitudes, hay experiencias inconfundibles al momento de leer un libro, por ejemplo, es algo único cuando olfateas un libro recién comprado, ese olor tan adictivo y tan característico, el color del papel, el negro de las letras, si no tiene mancha alguna; te sientes conquistador en un espacio virgen y que pronto te atrapará. Esa es la ventaja de un libro real a los libros digitales.
Alguna vez Cicerón dijo “Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”. No dejemos que nuestro hogar o a nuestro cuerpo le falten estas cosas, no seamos seres incompletos ni seres programados para leer lo más popular, hay que leer a esas voces nuevas o viejas que siempre tienen algo para contar y que seguro marcarán un antes y un después mucho mejor que un betseller.