martes, 6 de mayo de 2014

De la seguridad del ministro Rodríguez Torres...

El ministro de Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres fue la persona que dijo hace algún tiempo durante una entrevista en Venevisión que la inseguridad vivida en Venezuela es una "sensación",  lamentó la muerte de Eliécer Otaiza, otrora figura importante dentro del gobierno de Hugo Chávez. 
La muerte de un ser humano es algo natural, pero el asesinato a mano de bandas hamponiles que roban, secuestran y matan han convertido a la muerte en algo macabro, un juego sucio de la vida cometido por personas que perdieron el rumbo dentro de la sociedad y hasta ahora son insuficientes las personas que se dedican a cambiar el destino de esas personas para mejor.
Desde febrero hemos presenciado en el país otro tipo de muertes, las que suceden porque se defiende una idea de país, un valor, una convicción. Personas que cayeron bajo las balas, los perdigones o las barricadas y nunca se pudieron levantar de nuevo, pero de esas muertes no habla el ministro del Interior y Justicia Rodríguez Torres.
Con su eficiencia pudieron dar con los sicarios que mataron a Otaiza, pero con el poder que maneja no ha podido entregar a la justicia a los asesinos de las personas que han muerto en manifestaciones desde febrero. 
¿Es la justicia para un solo lado? Al parecer si. Lo digo porque esta justicia que ahora se maneja no nos ha demostrado lo contrario; no ha podido disminuir los índices delictivos, de asesinatos o secuestros pero si resuelve crímenes que son imperativos para su causa. 
¿Cuántas familias, padres, hermanos o esposos esperan justicia para ese ser querido que nunca llegó a casa o encontró a la parca dentro de ella? Son miles, miles de personas a las que ni siquiera se les puede dar el consuelo de la justicia, solo podemos ofrecerles palabras de consuelo que pueden ser vacías y esperar que algún día la justicia haga el resto.

miércoles, 30 de abril de 2014

A propósito del Periodismo...


"EL PERIODISMO ES EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ"

En una reciente entrevista que le realizó Ismael Cala a la Fiscal General Luisa Ortega observamos una conducta que se ha convertido en el pan diario de las personas que ejercen la noble labor del periodismo (entre las que me incluyo) en Venezuela: Hacernos pasar por estúpidos, por desconocedores de cualquier materia para invalidar nuestras preguntas, para dejar en el aire esa respuesta que muchas personas ansían escuchar o leer, para pisotear el oficio una vez más sin que importe un comino.
Como una periodista que empieza su carrera dentro de estas lides, me sentí indignada por la conducta de la Fiscal, quien llama desinformado a su entrevistador en lugar de responder una pregunta clara y concisa. ¿Qué le cuesta decir señora Fiscal que tiene prohibido dar información sobre el caso de Nairobi Pinto porque podría entorpecer el curso de la investigación? A mi parecer no le costaba nada, pero su respuesta quedó como una grosería a nivel internacional.
Aún así, esta conducta no es nada comparada con las vicisitudes que padecen los periodistas todos los días para poder llevar la noticia al público. En los últimos meses hemos tenido que enfrentar vejaciones, insultos, tragar bombas como un manifestante más, correr para proteger nuestra integridad, ser robados, entre otra cuestiones que pueden ser consideradas como minucias.
Pero este oficio es así, nos demanda todo nuestro esfuerzo mental y físico para servir a la sociedad y nos vemos gratamente recompensados cuando ese mismo día o la mañana siguiente podemos ver nuestros productos siendo tomados por la gente para enterarse de lo que ocurre.
Por eso les recomiendo a la persona que me lea: Si ve un periodista corriendo por favor ayudelo, si necesita esconderse porque las balas o los perdigones lo agobian ofrezcale resguardo en su casa, si le hace una pregunta trate de responder.
Son cosas simples pero que hacen mejor nuestro día a día y nos permiten levantarnos con la disposición de servirlos, de llevarles lo que mejor sabemos hacer: Informar.

Pharrell Williams - Happy (1AM)

Mi Soledad con el Gabo


"No llores porque ya se terminó... sonríe, porque sucedió."


Una muerte anunciada. Era de esperarse por la salud de la que gozaba en los últimos años Gabriel García Márquez, con una enfermedad que lo hundía poco a poco pero sin retrasos en el olvido de las cosas, de las caras y lo cotidiano.
Pero siempre he pensado que debemos celebrar la vida y no llorar la muerte, pues los recuerdos permanecen así queramos borrarlos; una manera de celebrar a GGM es releyendo su obra y aunque suene trillado prestarle dedicada atención a una en particular. "100 años de Soledad".
Encuentro algo particular en ella y es que te hace creer en lo más profundo de tu ser que esa historia que se cuenta partiendo de lugares inventados, es absolutamente verdad.
Desafía la lógica pero se instala en el alma, haciéndote padecer las venturas y desventuras de una familia entera destinada al profundo olvido, a desaparecer y no dejar rastro de esta tierra y de ninguna otra.
Y esa es una particularidad de toda su obra, te hace pensar en esas personas porque las hace humanas y por tanto vulnerables, te hace recordarlas y que vuelvas a ellas de vez en cuando porque te hace pensar que quizás seas así, que cometes un error como lo cometieron ellos y necesitar releer su historia para no crear una igual.
Es una reflexión triste, pero al final terminas feliz porque un maravilloso escritor como lo fue el Gabo te permite eso, simplemente llegar a la felicidad.


martes, 29 de abril de 2014

Escribe que algo queda...

En los últimos días he tratado de estar en un estado reflexivo de las cosas, sobre todo de la situación que viven muchos venezolanos a diario. Es increíble ver como hay personas que se encuentran en sus trabajos cumpliendo su rutina diaria para poder saldar sus deudas en casa, a varias cuadras o calles otro grupo de personas se encuentra manifestando por la situación de país, cabe destacar que es la situación que dice padecer un sector debido a que el otro esta totalmente convencido que el país avanza para mejor.
Así he llegado a la conclusión que nos dejó Kotepa Delgado al gremio de los escritores y es esa fórmula invariable que reza "Escribe que algo queda". 
Pero se preguntarán ¿Por qué escribir cuándo podemos manifestar en la calle o a través de las redes sociales nuestra inconformidad o no, con el rumbo de este gran país llamado Venezuela?
He aquí la respuesta: Solo encuentren un tiempo, algún espacio en su día, su semana o su mes para estampar en papel o una página digital (como yo lo hago ahora), lo que viven día a día. Escriban porqué protestan todos los días con sinceridad, escriban si consiguieron todo en un solo supermercado, si no se les va el agua o la luz, si el sueldo les alcanza para darse los gustos que quieren o si les parece que viven en el mejor país, pero escriban.
Quizás entre las líneas de mucha gente podamos encontrar una idea de país, esa Venezuela que todos queremos y que ansiamos recuperar. Esa que lamentablemente se perdió con todo el odio de lado y lado, por no luchar por ciertas cosas y no saber reconocer otras. 
La culpa es de todos en permitir lo que vivimos, pero también es nuestra responsabilidad poder cambiarla. Y para los que creen que hablo desde un partido político están equivocados, solo es la visión de alguien que padece y disfruta todos los días en este mismo país.
Por eso amigo que me lees, ESCRIBE, que algo te va a quedar...

sábado, 18 de agosto de 2012

Las cosas que hacen ruido sin caer


Juegos de letras para un ensayo sobre un libro peculiar, un libro que trata de los mismos temas de siempre: amor, desamor, amistades dentro de un contexto interesante. La novela escrita por Juan Gabriel Vásquez nos lleva a la Colombia de 1996, el país hermano donde la lucha de las autoridades con el narcotráfico ha dejado a innumerables familias en pedazos y descubierto nuevos modos de obrar del crimen organizado.
A manera fácil para entender la trama, se trata de la historia de un profesor universitario que se vio involucrado en un atentado cometido por sicarios para asesinar a un piloto que estuvo involucrado años antes en el lucrativo negocio de la droga. También se narra todos los intentos para esclarecer el pasado de este hombre, llamado Ricardo Laverde, y al cual nuestro profesor universitario Antonio no conocía del todo.
El narcotráfico es, como dije en líneas anteriores, un negocio en el cual se ganan sumas ingentes de dólares solo por procesar, transportar o mantener cultivos de coca o marihuana (plantas con propiedades alucinógenas utilizadas para la creación de drogas con el mismo nombre). En los inicios de esta práctica no se tenían tantos riesgos como sucede actualmente, no se hablaba de cárcel o extradición, sólo se hablaba de las sumas de dinero que podías conseguir.
Así le pasó a Ricardo Laverde, sucesor de una familia de estirpe en la Aviación Colombiana pero que quedó en la ruina antes de su nacimiento, viviendo en un pueblo del interior colombiano con una chica miembro de los Cuerpos de Paz y que como forma de obtener dinero fácil y haciendo lo que le gustaba (volar aviones de cualquier tipo) se metió de lleno al narcotráfico transportando a otros países el producto terminado.
Pero esto no es una realidad única y particular, es una realidad por la que pasaron y pasan numerosas familias en Colombia, el no tener como mantener a esposa e hijos y verte involucrado en el dinero fácil, el dinero que manejan los narcos y que todavía sigue moviendo millones personas en el mundo: el dinero de la droga.
Aunque está la otra cara de la moneda, ser desmovilizado de tu hogar por los grupos paramilitares ligados al tráfico de estupefacientes y secuestrado y utilizado como narco mula, poniendo tu vida en riesgo con cada gramo de droga que llevas dentro para pasar los controles del Ejército.
Este libro es un buen reflejo de esos años convulsos que todavía no terminan, de cómo afectó a esa generación en particular  y tocan un personaje mítico en ese país, el jefe del Cartel de Medellín Pablo Escobar Gaviria. Un individuo con distintas facetas, pues si bien estuvo involucrado de manera intelectual o participante en las muertes de más de 10 mil personas también realizó muchas obras de caridad para ganarse el cariño y el apoyo de la gente pobre.
Una contradicción fue que asistieran miles de personas para acompañarlo a la tumba, luego de ser abatido por el DIJIN mientras escapaba de ser recapturado y enviado a la cárcel. Son cosas que hacen ruido pero que no termina de caer en la mente del colectivo como algo discordante, algo que no puede ser. ¿Por qué acompañar al sepulcro a una persona que envió sin fórmula de juicio a muchos siendo inocentes? El hecho de ser caritativo sabiendo que ese dinero viene de negocios turbios no es una respuesta válida, al menos no para mí.
 En una investigación realizada por Ricardo Rocha titulada "Las Nuevas Dimensiones del Narcotráfico en Colombia" expone y explica ciertos aspectos interesantes sobre la lucha contra las drogas, en uno de ellos explica que la lucha contra los carteles exportadores emplazó el fortalecimiento institucional y de más capacidades para enfrentar el crimen organizado.  El narcotráfico como trasfondo del conflicto armado llevó a insertar la política antidroga dentro de la estrategia de desarrollo, invocando la corresponsabilidad internacional.
Para este tipo de situaciones nació la DEA, que colabora estrechamente en distintos países en la lucha contra el narcotráfico y contra quien Ricardo Laverde así como muchos otros se tuvo que enfrentar en juicio y cumplir sus sentencias en territorio americano o colombiano.
Pero no solo son el profesor Antonio o Ricardo quienes conforman esta trama, también están las esposas o hijos, las familias que vieron como a consecuencia del narcotráfico su dinámica cambió y se hizo diferente. Como dice Maya, la hija de Ricardo Laverde, no era la única a la que le mataron al padre para evitar la vergüenza de tener un narco encarcelado en la familia. Es mejor desaparecerlos a seguir con ese estigma, esa mancha que ni todo el dinero del mundo puede cambiar.
Pero son formas de evitar el dolor en una sociedad que no ha dejado de llorar sus tragedias un instante, cada mes es un recordatorio del pasado, un pasado negro que todavía sigue acechando y que como le ocurre al profesor Antonio al principio de la novela, puede ser recordado con una canción o un artículo de periódico.

El arte de leer


Encontrarse con las palabras es algo difícil y atemorizante. No importa con quien sea, pero ese primer momento es algo único que despierta las mayores alegrías o te hace quedar sumido en una profunda tristeza. Mi primera vez con las letras no se remonta a la época del colegio cuando te enseñan las vocales paso a paso y en ejercicio automático; se remonta a mi primera novela, mi primer libro de verdad.
Como muchos de esta generación, aprendí a leer con Harry Potter. No me da pena decirlo, porque sin saberlo J.K Rowling despertó en mí una pasión que sólo cesará con la muerte. Si lees un libro tienes que seguir con los demás; automáticamente te creas un compromiso que puede romperse si la voluntad del lector es débil. Leer es para valientes así como lo es escribir, porque tienes que estar dispuesto a aceptar ideologías y posiciones contrarias a la tuya.
Así una persona se convierte en ciudadano del mundo, leyendo, pues una novela puede mostrarte lo bella que es París de noche, lo melancólico de La Toscana italiana o lo sombrío de los amaneceres en Transilvania. Sólo en los libros puedes encontrar amores inolvidables, proezas épicas que trascienden siglos o crímenes atroces que únicamente pueden llevar a cabo mentes retorcidas.
Pero regresando a nuestras latitudes y concretamente a mi caso, luego de leer al joven mago con el que crecí a la par, me dedique a otras lecturas un poco más maduras y que fueron cambiando y abriendo mi mente; debo admitir que di muchos saltos y quizás no quemé las etapas como debía, porque sí, para leer es necesario quemar etapas. No es muy cómodo dar el salto de García Márquez a Dostoievski y mucho menos de este a Saint-Exúpery; diferencias abismales que marcan tu forma de ser y por eso odie El Principito desde el principio hasta el fin.
Pero en mi biblioteca mental también están otros nombres, nombres venezolanos que pueden ser olvidados por el tiempo y la falta de memoria del venezolano. Pocaterra y Massiani son ejemplos vivos de ello, estos autores no tienen nada que envidiarle a cualquier otro latinoamericano pero aún así, de los que me leen pocos tendrán idea de a quien me refiero y mucho menos que escribieron.
Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran, esta frase es de André Gide y me parece oportuna para describir una situación que nos afecta a todos: la falta de lectura. ¿Qué podemos ser si nuestra vida no se ha nutrido con las letras y experiencias ficticias o no de otra persona? Podremos igualarnos con un cascarón vacío, con alguien que no tiene nada que ofrecer y deja mucho que desear. Alguien que no se enriquece a sí mismo, que no cultiva su alma y por lo tanto, la estela que deja a su paso no tiene ningún perfume.
Leer implica muchos esfuerzos y muchas gratitudes, hay experiencias inconfundibles al momento de leer un libro, por ejemplo, es algo único cuando olfateas un libro recién comprado, ese olor tan adictivo y tan característico, el color del papel, el negro de las letras, si no tiene mancha alguna; te sientes conquistador en un espacio virgen y que pronto te atrapará. Esa es la ventaja de un libro real a los libros digitales.
Alguna vez Cicerón dijo “Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”. No dejemos que nuestro hogar o a nuestro cuerpo le falten estas cosas, no seamos seres incompletos ni seres programados para leer lo más popular, hay que leer a esas voces nuevas o viejas que siempre tienen algo para contar y que seguro marcarán un antes y un después mucho mejor que un betseller.